Un ángel he visto hoy
uno que no cayó del cielo
sino que en un carruaje de fuego
bajó para ser admirado,
bajó para ser deseado.
La flor de siete colores,
la que se llevó los honores
de ser la flor más hermosa.
Una flor, una rosa,
linda, bella, preciosa,
de una belleza sin igual,
que parece no tener final.
Pregúntame si la conozco,
pregúntame si sé quién es,
o más bien no preguntés
y así no te burlarás de mí.
Porque yo apenas la vi
supe que me gustaba
y dime tú qué más daba
si eso fue lo que sentí:
Que yo estaba apagado
y ella me ha iluminado,
que yo estaba perdido
y ella me ha encontrado,
que yo estaba ciego
y la vista he recobrado,
que yo estaba ahogado
y he vuelto a respirar,
que del abismo sin igual
en el que estaba hundido
de ahí he salido
con solo ver su rostro.
Y aunque fuera poco
el tiempo que la contemplé,
sólo con eso noté
que mi corazón se aceleraba,
que mis venas se marcaban
por la sangre que corría
y extrañamente hacían
círculos de amor en mi cuerpo,
que mis manos sólo deseaban
acariciar su cabello,
que mi mente divagaba
entre ilusiones sin recuerdos,
que sin más retraso quería
yo escuchar sus palabras,
saber cómo se oía
la doncella más linda.
¿Qué se sentirá estar a su lado?
¿qué se sentirá tenerla cerca?
¿qué se sentirá poder verla,
poder tocar su cabello,
hacer que por mí sonría?,
una de esas sonrisas tan bellas
que da celos a las estrellas
porque opaca su luz.
Si tan sólo ella supiera
que yo estoy aquí, que existo,
si tan sólo se enterara
de lo que hoy en ella he visto.
Y los ojos más no abriré
porque no creo llegar a ver
jamás algo más hermoso
que eso que vi en su rostro:
unos ojos tan bellos,
unos labios tan divinos
y todo junto pudo formar
eso que me hizo suspirar,
eso que me hizo soñar,
volar y hasta las nubes llegar
y seguir, y continuar
y el infinito tocar,
porque no creí que en este mundo
hubiera algo tan perfecto,
tan sublime, tan profundo,
que sólo me bastó un segundo
para enamorarme de ella.
Hecha por un arquitecto,
el arquitecto del cielo
y le puso piel de caramelo
y en sus ojos diamantes,
y en tan solo un instante
formó la perfección.
Y qué astucia la de Dios,
por ponerla a ella en mi vida,
porque aunque fuera
por una fotografía
me ha devuelvo la ilusión,
me ha devuelto la alegría,
me ha traído de la muerte,
por saber yo que algún día
pueda llegar a verla
y aunque sea mentira
eso es lo que me mantiene con vida.
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